
Por Rosana Cisneros – Lic. en Educación. Coach Ontológico y Laboral. Especialista en Coaching Educativo. Facilitadora Profesional.
Llega fin de año y con él la carga emocional y laboral. Cierres de notas, actos, muestras institucionales, entregas de informes, reuniones con familias, balances, despedidas y sobrecarga de obligaciones con la presión de “cerrar bien” el año laboral. Este tramo final del calendario educativo, muchas veces es vivida por el colectivo docente con cansancio acumulado, llegar cuesta, la sensación se asemeja a una pendiente empinada y con la lectura de que “nunca es suficiente” para este trabajo.
Apelando a la memoria colectiva sobre qué hizo o se venía haciendo en la escuela –históricamente-, el coaching educativo otorga coordenadas ofreciendo herramientas para revisar con otras lentes los modos de estar en la escuela y estar siendo docente hoy.
Frente a esto propongo mirar este momento desde una perspectiva de aprendizaje, bienestar y transformación. Desde esas conversaciones que circulan, el lenguaje que utilizamos, cómo nos miramos, qué interpretamos y cómo vamos a diseñar la realidad que habitamos, es posible trabajar en esta transformación.
Me parece oportuno focalizar este análisis en tres aspectos claves en este proceso:
1- la redefinición de los propósitos a fin de evitar patrones repetitivos del “porque siempre se hizo así o nos piden que hagamos”,
2- revalorizar la agenda de gestión como una herramienta flexible de cuidado de nuestras prácticas
3- y replantear la “autoexigencia y el estar en permanente “modo control”.
Redefinir los PROPÓSITOS es un ejercicio que surge a partir de la evaluación anual. No se trata de una evaluación conductual de rúbricas sino darnos un feedbacks (retroalimentación) desde un lenguaje generativo, que el relato sea lo propositivo, qué se hizo de bien, aplaudirnos, y ver las áreas de mejora: Qué, En Qué y Para Qué mejorar el año próximo.
Identificar aquellos patrones que seguimos repitiendo, cuáles se ha naturalizado, si aquello que se naturalizó tiene sentido en la construcción de escuela actual, qué cosas se hacen “porque nos lo piden” y para qué. El propósito institucional ¿se adecua al ideario institucional?, ¿se correlaciona con la esencia de la labor cotidiana?
Para ello es importante que tengamos como brújula la misión (o ideario) institucional, pero sobre todo la misión personal en el trabajo docente.
Revalorizar la agenda de la gestión (escolar) es una buena brújula para detenerse a pensar sobre el VALOR DEL TIEMPO, ¿cuántas veces se corre detrás de lo urgente y se deja lo importante en otro plano?, ¿cuál fue el orden de prioridades?, ¿cómo organizamos los tiempos docentes en función de una agenda donde el sistema nos lleva por delante?. Con amplitud, flexibilidad, desburocratización y lo necesario en relación al proyecto/plan institucional, identificando roles, asumiendo corresponsabilidades, hacernos cargo de lo que se hizo y lo que no, con transparencia y fidelidad a nosotros mismos.
Por último repensar en la AUTOEXIGENCIA como uno de los grandes obstáculos para el bienestar docente, porque en ella predomina el “modo control de todo” y es cuando tiende a desaparecer la alegría, el disfrute de la tarea, el asombro y la satisfacción.
Esta mirada no implica desentenderse de las responsabilidades sino más bien asumirlas desde un lugar humano, sostenible y desde la diversidad en la convivencia diaria para recuperar el disfrute en la profesión.
Detenerse a pensar ¿de qué sí me puedo hacer cargo y depende de mí?, ¿qué cosas de la vida escolar puedo y no puedo controlar?, ¿cómo voy a organizarme el año próximo de las cosas que sí dependen de mí?
Recordando que las circunstancias no determinan mi existir, pero sí hay variables que puedo cambiar, como la motivación, habilidades, entorno, creencias, miedos y obstáculos.
Quizás los resultados – de esta reflexión- nos ayudan a reducir el estrés, fomenta el crecimiento personal y aumenta la confianza en uno mismo y en los demás con mayor adaptabilidad.
En escuelas complejas, con situaciones complejas la idea es no pelearnos con la incertidumbre, revisar nuestras prácticas es hacer stop y revisar qué hacemos y cómo lo hacemos, que lenguaje utilizamos, cómo podemos diseñar la realidad que deseamos y los modos de hacer contexto en cada contexto y circunstancia.
Elegir las batallas que queremos dar es un punto nodal, y hacer una valoración de fin de año recuperando lo mejor que nos pasó, no solo como docente, sino con los equipos, directivo, compañeros de trabajo y con los estudiantes.
El coaching educativo se presenta como una invitación a revisar creencias que sostienen el hacer cotidiano y a diseñar nuevas formas de estar en la escuela, porque el lenguaje que utilizamos, cómo y para qué lo utilizamos, de-construir los modelos mentales tiene el poder transformador de crear nuevas realidades.
…Y esto no es utopía.
