Compartir

En caso de que dos o más enfermos al mismo tiempo necesiten ser internados en terapia intensiva y exista, por ejemplo, una sola cama, los hospitales deberán resolver. Minuto a minuto, a través de su Comité de Ética, tendrán que seleccionar que paciente la recibirá primero y quién será relegado.

El dramatismo que se vive en los centros de salud del conurbano bonaerense y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya genera debates y planteos de principios morales entre los profesionales que, como ya ocurrió en otros países, deberán caminar por la fina línea de decidir a quién se le brinda los escasos recursos terapéuticos que le pueden salvar la vida y a quién no.

“El problema no es elegir a qué paciente salvar, sino después no tener culpa. Ese es el límite de la ética”, planteó, con pesadumbre, un prestigioso intensivista que observa con angustia las dos únicas camas, de 10, que le quedan en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) que dirige desde hace 12 años.

Con la frialdad que se le reconoce a los médicos por lidiar a diario con los padecimientos que se transitan en una unidad de terapia, cuando las preguntas requieren un mayor grado de precisión, el mismo especialista responde: “El principal indicador para no asignarle a un paciente los recursos críticos disponibles y a otros sí es, primero, la certeza de la cercanía del óbito (fallecimiento)”.

La definición choca con una intensidad traumática. Y surge en momentos en que los sistemas de salud públicos y privados del AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) empiezan a tocar sus límites.

En teoría, en cada hospital porteño y de la provincia de Buenos Aires hay protocolos que reciben distintos nombres, como el de “última cama”, que deben seguir los profesionales de la salud en situaciones límites, como la que se puede desatar si la segunda ola de contagios y hospitalizaciones por coronavirus no empieza a ceder.

Comentar con Facebook