Compartir

Por Gabriela Pellegrini – Periodista, Editora de Género en Medios Públicos de Chaco

A lo largo de la vida laboral atravesamos diferentes experiencias que nos ponen en lugares más, o menos dignos, que van construyendo nuestra percepción del mercado de trabajo. ¿Quién no ha trabajado alguna vez en condiciones de irregularidad? O por pagar “derecho de piso” en los comienzos, o porque si rechazamos esa “oportunidad” había 30 personas haciendo fila para tomarla. Pero todas, todes y todos, en algún momento hemos, por ejemplo, firmado un recibo con un monto y recibido un dinero mucho menor, o jamás hemos percibido aguinaldo, entre otros ardides del mercado que podríamos nombrar. Eso nos iguala a mujeres, diversidades y hombres en el actual sistema.

Sin embargo, de ese gran abanico de personas que interactúan en el mercado laboral, ¿cuántas han trabajado absolutamente gratis y durante un tiempo sostenido, alguna vez? Si bien, de manera esporádica, cualquiera puede responder que todxs alguna vez hicimos cosas por convicción, por militancia, por mostrar lo que somos capaces de hacer, muy pocas personas han trabajado toda su vida laboral activa, sin que ese trabajo sea monetizado. Sólo lo han hecho las amas de casa.

“Eso que llaman amor, es trabajo no pago” es un concepto que desde hace años viene trabajando la genial filósofa italo-estadounidense, Silvia Federici.

De acuerdo a un informe de la Dirección de Economía, Igualdad y Género (DEIyG) de la Provincia, que tomó las estadísticas sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (TDCNR) de INDEC, “9 de cada 10 mujeres realizan estas tareas, que significan en promedio 6,4 horas diarias. Ellas dedican tres veces más tiempo a las tareas de cuidado, que los varones”. Estos índices se agudizaron con la pandemia de COVID-19, que profundizó la distribución asimétrica de las tareas de cuidado y de trabajo no remunerado, y dejó en manifiesto la centralidad que tienen los trabajos de cuidado para la sociedad en general. “Es un trabajo esencial para el sostenimiento de la vida, la reproducción de la fuerza de trabajo y de las sociedades, generando una contribución fundamental para la producción económica, el desarrollo y el bienestar”, según Iara Tejera Martínez, responsable de la DEIyG de Chaco.

Que estas tareas recaen mayoritariamente en las mujeres, implica la primera desigualdad. Que además, no sean remuneradas, aumenta la brecha. Y que eso les signifique no poder disponer de tiempo para estudiar, trabajar en el mercado formal o realizar tareas recreativas y de ocio para sí mismas, pone al tema como prioritario para los gobiernos de turno que tienen la responsabilidad de revertir tales injusticias. 

“En Chaco, las mujeres realizan el 79% de las tareas domésticas no remuneradas y dedican a este tipo de labores un promedio de 5,4 horas diarias. Mientras tanto, los varones realizan solamente el 21% de dichas tareas y le dedican un promedio de 2,8 horas diarias”, según comentó la Directora.  

Si a esto, sumamos las personas menores de edad o adultas mayores que pueden tener a cargo, es notorio el incremento de las horas promedio diarias dedicadas a dichas tareas.

Lo paradójico, es que “a su vez, las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico aun cuando se compara una mujer que trabaja jornada completa, fuera del hogar y de manera paga, con un varón que se encuentra desempleado, ya que ellas emplean 4,5 horas y ellos 2,6”, lo que evidencia la necesidad, también, de un proceso de cambio cultural. Es decir, además de las políticas públicas que desde los Estados deben generarse para revertir estos índices, desde la sociedad debemos reaprender los roles y funciones que históricamente han sostenido esas desigualdades.

Entonces, un padre de familia no “ayuda” a la madre en las tareas, se distribuyen tareas de manera equitativa porque ambos son “mapadres” (denominación usada para referirse a uno de los progenitores tradicionales, madre o padre, sin especificar cuál) y porque comparten un hogar y su organización. Una hermana mujer no es la única responsable del cuidado de las personas adultas mayores que conviven en la casa, si hubiera hermanos varones debieran, de igual manera estar a cargo de su cuidado. Y así, podríamos recorrer distintas experiencias familiares que, si revisamos puertas adentro, podremos notar estas inequidades para desnaturalizarlas.

Las tareas no pagas lideran el PBI del país como el sector que más aporta a la economía

Pensemos juntxs: la propia economía hegemónica reconoce que las tareas de cuidado implicaron en 2020  casi el 16% del PBI de nuestro país. Esto significa que, si en la Argentina, se pagara el trabajo que se realiza al interior de los hogares, implicaría un aporte de $ 4.001.047 millones de pesos, representando un 15,9% del PIB y posicionándose como el sector de mayor aporte en toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13%), según indica un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía (2020), que midió el aporte del Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado (TDCNR) al Producto Bruto Interno (PBI) del país.

Un dato no menor, es que el 75,7% de este aporte (no monetizado) proviene de tareas realizadas por mujeres, que dedican en su conjunto 96 millones de horas diarias de trabajo gratuito a las tareas del hogar y los cuidados.

De hecho, en la pandemia los índices se elevaron: “En ese contexto el PBI ascendió al 21,8%, mostrando un aumento de 5,9 puntos porcentuales respecto a la medición, sin pandemia” según comentó Tejera Martínez.

Estas sucesiones de desigualdades en el mercado laboral, explican por qué aun cuando hoy tantas mujeres que tienen un trabajo asalariado, siguen siendo ellas quienes se hacen cargo de los hogares y los cuidados.

Este tiempo dedicado al cuidado de otras personas, al que históricamente se entendió como la forma “natural” en que las mujeres deben demostrar “amor” a sus familias,  esta carga horaria, redunda en menos tiempo para su propio desarrollo: estudiar, formarse, trabajar por un sueldo, disponer a discreción de su tiempo. “Muchas veces tienen que aceptar trabajos más flexibles (precarios y peor pagos) y, en general, terminan enfrentando una doble jornada laboral: trabajan dentro y fuera de la casa”, según explicó la Directora de Economía, Igualdad y Género de la provincia.

El fenómeno se repite virtualmente en todos los países y es invisibilidad porque, en mayor o menor medida, se asume que estas tareas son inherentes a las mujeres.

La realidad es que, quienes realizan estas tareas fundamentales para el sostenimiento de nuestras vidas, no reciben un sueldo, sino que por el contrario, les representa un obstáculo para su autonomía económica e inserción laboral, particularmente en los sectores de menores recursos. Aun así, y mientras este proceso de cambio se concrete a lo largo del tiempo, ellas deben ser reconocidas como trabajadoras. Busquemos revisar nuestros comportamientos ante este sistema económico injusto y perverso que ya no podemos soslayar como sociedad.

MUJER PERIODISTA: La foto que ilustra la nota fue tomada en una redacción a las 5 de la mañana. Muchas madres trabajan mientras se hace la hora de llevar al jardín o escuela a sus hijxs.

Comentar con Facebook