Por Cristina Pérez – Periodista y conductora argentina
Ya que usted no escribió ninguna carta, justo ahora que se la necesita, me permito adelantarme para pedirle que lo haga. Para pedirle por esta vía, que suele ser de su preferencia, que, por favor, por esta vez, en la que el país vuelve a estar al borde de un default y con casi la mitad de sus habitantes viviendo en la pobreza por las políticas ruinosas de su gobierno, deje de especular con su conveniencia -como lo viene haciendo desde que eligió a un candidato a dedo para luego intervenirle el Gobierno-, y clarifique de una vez su posición.
Créame, si las cosas funcionaran como las instituciones mandan no me gastaría en enviarle esta misiva, pero como usted tiene obstruido su propio gobierno y al país todo, alguien tenía al menos que dejárselo por escrito. Es difícil entender que usted elija esta forma de comunicarse -más común de las personas que están lejos- en un tiempo en el que todos estamos cerca y a una videollamada de dialogar, pero como claramente eso no pasa entre usted y su Presidente, me permito recomendarle que, en medio de este desastre, quizás sea apropiado subsanar la comunicación interna, al menos para cumplir con sus deberes, ambos.
Como usted sabrá, aunque elija ignorarlo, la economía está postrada por cepos que usted se empeña en aplicar como castigo y como forma inútil de quedarse con todos los dólares, sin haber aprendido después de tantos años que los cepos no sirven para nada y que generan todo lo contrario. Sería ingenuo a esta altura siquiera intentar hacerle notar los beneficios de la libertad y que el derecho a comerciar figura en la Constitución. Sólo tome nota de las reservas casi inexistentes de nuestro Banco Central. Pensando en su lógica, sólo intento decirle que esto ya no puede convenirle. Que quienes le creyeron que ustedes volvían mejores, y ahora sólo pasan penurias intentando llegar a fin de mes, con una inflación imparable que consume los salarios, y también los planes sociales, afectando sobre todo a los que menos tienen, van a ser cada vez menos los que le festejen el misterio. Que en el conurbano la cosa está todavía peor que en el resto del país y que a la pobreza inmoral y a la inseguridad insoportable se suma el efecto aniquilador del narcotráfico; y que muchas madres, en estos días, han visto caer a sus hijos envenenados por las drogas, algo a lo que tampoco usted se refirió públicamente, a pesar de ocurrir en su territorio máximo de poder y de ser un drama inconmensurable.
Le soy sincera: esta no es una carta irónica, ni oportunista. Lo ideal sería hacerle preguntas en una entrevista o que usted de tanto en tanto diera una conferencia de prensa. Pero, imagínese, el país está intentando descifrar qué harán todos ustedes, los que gobiernan, con nuestro destino, leyendo sobre todo sus silencios, señora vicepresidente, como si fuera el oráculo de Delfos. Ésta, por lo tanto, me parece una forma creativa, si se quiere, de dejar al menos planteadas las preguntas, de no aceptar el juego tan poco democrático de su falta de explicaciones y de su poco apego por la rendición de cuentas. Porque a esta altura, así como había ministros que no funcionan, hay un país que no funciona. Y un país es mucha gente, que está exhausta, no sólo por la crisis sino por la falta de esperanza ante tanta decadencia consentida y provocada. Porque sus hijos se van o porque directamente no tienen futuro.
Entiendo, por sus antecedentes, que está dispuesta a convertir la baja de subsidios en otro castigo a la clase media. Sepa que a esta altura esa parte del país ya está acostumbrada a su discriminación y sólo conseguirá profundizar su hartazgo. No le digo que no solucione los problemas y que sea demagógica con las tarifas. Eso ya lo hizo, no funcionó y solo redundará en que se corte la luz y que el gas sea impagable, pero al menos por una vez, decida ser justa. Su forma de hacer política, convirtiendo a todo el que difiere con sus posiciones en enemigos, créame, a esta altura, además de ser emocionalmente dañina, es absolutamente inconducente. Las últimas elecciones, a su espacio no lo votaron 7 de cada 10 argentinos. No cave más el pozo. No los puede tener a todos de enemigos. Aunque sea, tenga parámetros magnánimos en defensa propia.
Es raro estar escribiendo una carta a una vicepresidenta de la nación, pero la verdad señora, como país estamos empantanados, y ¿sabe qué?, los pantanos apestan. En ellos la gente no avanza, se hunde. Le aseguro que la mayoría del país, de los dos lados de la grieta, está desesperada por salir adelante, por recuperar un poco el sentido común en el día a día, por tener algo, siquiera algo, de certeza.
Entiendo que usted, aunque por momentos parezca que se la tragó la tierra, anda entre nosotros, como cualquier mortal. Supongo que, como táctica política, tal vez le sirve el misterio de sobrevolar la realidad como un ser superior, pero como se supo de usted por otro de sus embates a la Corte, calculo que se entera de las dificultades que hay aquí abajo, donde el 60 por ciento de los chicos vive en un hogar pobre.
Usted, que fue dos veces presidenta, quiero creer que sabe bien que una cesación de pagos sólo empeorará las cosas. Entiendo que sólo piense en la próxima elección y no en la próxima generación, no porque lo comparta sino porque parece la lógica enloquecida de una clase política que parece volverse contra la sociedad que la sustenta. Pero créame, evitar caer al precipicio, también es por su bien. Imagino que debe estar preocupada por sus causas judiciales. Y que la indignación por zafar de ellas en vez de responder como cualquier hijo de vecino ante la justicia, la enfurece hasta el punto de la venganza permanente. Ni margen para eso quedará si la situación no deja de agravarse.
No tome a mal estas líneas. Creo que decir lo que pensamos, aunque sea crítico, es lo que corresponde en los vínculos, y además ejerzo mi derecho a expresarme en libertad.
Por otro lado, como usted le ha dado entidad a esta forma de comunicarse, quizás, pueda ayudar a romper el silencio. O a dejar sentado, al menos, lo pernicioso e increíble que resulta, con los problemas que tenemos, ver que, desde arriba, sólo se dedican a profundizarlos.