“El hambre no contagia” debiera ser una de las premisas de quienes deciden quién puede circular y quien no, de quienes denuncian o de quienes deben controlar que las restricciones se cumpla. La posibilidad de acceder a un poco de mercadería, brindada por el colegio Don Bosco de Resistencia, se vio interrumpida este sábado por efectivos policiales que acudieron al lugar luego de una denuncia de vecinos de que no se estaba cumpliendo las nuevas restricciones vigentes.
La triste situación, cargada de falta de empatía y solidaridad, se experimentó en la capital de la provincia que registra más del 53% de pobreza en su población, donde 7 de cada 10 niños menores de 14 años no satisface sus necesidades básicas.
Al hecho lo difundieron desde la cuenta de Facebook del Colegio, que entre otras actividades, levantan la bandera de la solidaridad para aquellos sectores que más necesitan. Según contaron, el sábado 22 de mayo se acercaron al oratorio del barrio La Rubita, donde compartieron con los chicos chocolatada, facturas y yogures.
Más tarde, entregaron bolsines de mercaderías en la puerta del colegio, donde se agolpó un número importante de personas que según los organizadores, se respetó el distanciamiento social.
“Lamentablemente, muchos se fueron con las manos vacías. La policía dispersó a la gente que esperaba con el debido distanciamiento. Según ellos, los vecinos llamaron al 911 porque no respetaban las nuevas restricciones vigentes”, relataron y reflexionaron “lo esencial para algunos que sienten la falta de alimentos, no es lo mismo, que para otros que los miran escandalizados desde las ventanas de los edificios”.
Para reflexionar sobre la triste situación de la que fueron testigos, en la publicación citaron a José Luis Martín Descalzo: “Razones para vivir” que reza “en el amor a Dios puede haber engaños. Puede alguien decir que ama a Dios cuando lo único que siente es un calorcillo que le gusta en su corazón. Puede alguien decir que ama a Dios y lo que ama es la tranquilidad espiritual que ese supuesto amor le da. Amar al prójimo, en cambio, no admite triquiñuelas: Se le ama o no se le ama. Se le sirve o se le utiliza. Se demuestra con obras o es sólo una palabra bonita”.