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Por Eugenio Semino – Defensor de la Tercera Edad – Pte. de la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG)

El sector de los jubilados y las jubiladas en Argentina es uno de los más postergados desde hace décadas, ya antes de la pandemia la situación de los haberes estaban en una situación crítica e insostenible, una situación que no cambió a lo largo de los dos últimos años y que llevó a que la jubilación mínima sea equivalente a un tercio de la canasta básica del jubilado.

La tremenda crisis económica y social que estamos atravesando no implicó ningún cambio en las políticas aplicadas al sector. Ante la inmensa precariedad, pobreza y desprotección que se viven actualmente no se implementó ninguna medida de compensación, contención o ayuda real. Solamente se anuncian los aumentos correspondientes, con la esperanza de ganarle por escasos pesos a la inflación, si es que esto ocurre.

No se trata solamente de que no se alcanzó nunca la prometida recomposición del haber sino que la situación objetiva fue empeorando cada vez más. Y continúa haciéndolo. Muchos perdieron el trabajo con el que completaban la jubilación y no tienen posibilidades de reponerlo.

Como si esto fuera poco, la novedad de los últimos meses es que los jubilados y jubiladas desaparecieron del discurso de los políticos. Ni siquiera durante las elecciones hubo algún intento de prometer u ofrecer alguna mejora. Y tampoco se escucha la promesa del bono de fin año. Las preocupaciones económicas tienen que ver con las negociaciones con el FMI, la estabilidad del dólar o la lucha por los precios. Entre todos esos grandes temas las necesidades urgentes de las personas mayores quedan silenciadas.

Ese silencio es imperdonable. La situación en la que se encuentran los jubilados es una consecuencia de las medidas llevadas adelante por el gobierno. Por lo tanto es responsabilidad del gobierno buscar una solución.

No hablar del tema es una forma de naturalizarlo, de dar a entender que hay que aceptar la situación como si fuera algo normal o inevitable. Pero no podemos naturalizar las jubilaciones de miseria, o aceptar como algo normal que una persona de más de setenta años, con treinta de aportes, tenga que salir a manejar un taxi para llegar a fin de mes, si tiene la suerte de tener un taxi.

Y tampoco podemos pretender que esas personas tengan tiempo de esperar a que todos los factores macroeconómicos se ordenen, como nunca lo hicieron en Argentina, para poder ver satisfechas sus necesidades.

Es por ello que exigimos a las autoridades que se implemente un aumento de emergencia para asistir a los jubilados en sus necesidades en el corto plazo. Como así también exigimos que se establezca como prioridad la equiparación de la jubilación mínima con la canasta básica del jubilado.

Está claro que dicho objetivo no puede lograrse en el corto plazo de manera plena. Pero si no se fija como política prioritaria el haber va a seguir deteriorándose indefinidamente. Es por este motivo que invitamos a todos los sectores vinculados con la temática a iniciar un debate público sobre el financiamiento del sistema previsional, para el cual nos ponemos a disposición.

Los jubilados y jubiladas están aquí y ahora. No son postergables y merecen una respuesta concreta a sus problemas. Constituyen una parte importante de la población y cumplen un rol cada vez más activo dentro de la comunidad. No es posible salir de ninguna crisis si no se los tiene en cuenta.

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